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Conversamos con Renato Vasquez sobre "La Galería", el Centro de Lima, su acercamiento al proyecto y la Quinta La Riva como parte del proyecto DIP Restaura de la Asociación de Diseñadores de Interiores del Perú en el Centro de Lima.Lee la entrevista completa aquí.

Entrevista: Karla Renjifo¿Cómo llegaste a este proyecto de restauración de DIP?

Llegué al proyecto por una invitación directa. Buscaban a alguien que pudiera transformar un espacio que había quedado completamente vacío y deteriorado, y que tuviera la sensibilidad para convertirlo en un lugar con identidad. Además, recibimos el apoyo fundamental de Mari Cooper, quien facilito la restauración general de la casa 13, gracias a ese respaldo fue posible recuperar la estructura y devolverle vida al espacio.En ese mismo momento conocí a Marcela Vásquez, quien se convirtió en mi partner en el proyecto. No solo se encargó de la gestión con marcas y aliados —en tiempo récord— sino que también trabajó conmigo en el desarrollo del concepto curatorial de La Galería. Marcela tiene una capacidad impresionante para articular recursos y aterrizar ideas con velocidad, y su aporte fue clave para que la propuesta pudiera realizarse en solo dos semanas.Mi rol fue pensar el espacio desde otra perspectiva: darle un look and feel de galería mediante una curaduría de arte y reinterpretarlo desde una mirada moderna. Me interesaba traer una visión peruana contemporánea, donde arquitectura, diseño y arte se encuentren para contar una nueva historia.

¿Cuál fue tu proceso para empezar la restauración del espacio que interviniste?

El proceso inició literalmente desde un lienzo en blanco. Una vez recuperada la estructura y restaurada la carpintería de la fachada, pintamos todo el espacio completamente de blanco. El objetivo era borrar cualquier ruido visual y tener un punto de partida neutro, que nos permitiera imaginar una nueva narrativa.A partir de ese vacío comenzamos a construir. No queríamos solo montar arte, sino crear una secuencia de ambientes —como si fuera una casa— donde diseño interior y curaduría convivieran. Algunos rincones invitaban a permanecer; otros funcionaban como remates visuales o puntos de fuga.Por eso decidimos pintar la pared del fondo de negro: necesitábamos un punto de tensión que atrajera la mirada y marcara la profundidad del espacio.Luego llegó la parte más importante: llenar de textura y vida el espacio. Más de treinta artistas aportaron piezas con intención visual, y gracias a marcas colaboradoras incorporamos alfombras, muebles y luminarias que reforzaron esta idea de “galería habitada”. El resultado fue una experiencia completa donde arte, diseño y arquitectura dialogan en un mismo lugar.

¿Cómo definirías la identidad de “La Galería”?

La identidad de La Galería es completamente peruana. Nace de la fusión entre arquitectura, diseño y arte, y encuentra un equilibrio desde una mirada contemporánea. No es solo un espacio para exhibir obras: es un contenedor que integra y potencia el arte y el diseño como parte de la experiencia.Su esencia está en generar emociones a medida que las personas recorren el espacio. La arquitectura no solo acompaña al arte: lo enmarca, lo sostiene y lo vuelve parte de una narrativa visual que celebra lo peruano desde la contemporaneidad.

En este espacio hay muchas piezas de otros artistas. ¿Cuál fue el proceso para seleccionarlas y qué representan?

La selección de los artistas fue completamente curatorial. Buscábamos obras con identidad, provenientes de artistas cuya trayectoria ya estuviera sostenida en el tiempo y que fueran representativos dentro de la escena contemporánea —limeña o no—, siempre con una visión clara y definida.Pero había algo esencial: queríamos que La Galería representara al Perú como país pluricultural. Por eso no escogimos solo artistas de la costa; incorporamos propuestas andinas y amazónicas, integrando diferentes formas de entender el arte, la materia y la estética.Cada obra aporta intención: textura, color, gesto. No son piezas decorativas; son narrativas. Son voces que dialogan entre sí y con el espacio, construyendo una visión contemporánea de lo peruano: diversa, compleja y profundamente vigente.

¿Cómo crees que este tipo de intervenciones en espacios históricos y patrimoniales van a cambiar las dinámicas del Centro Histórico de Lima a futuro?

Creo firmemente que el Centro Histórico de Lima es un patrimonio vivo. Es un lugar que no debe ser solo admirado, sino habitado. Trabajar en este proyecto me permitió convivir con inquilinos que han vivido aquí toda su vida: personas mayores, de más de 60 u 80 años, que forman parte de la memoria del espacio. Restaurar sin desplazar, intervenir dialogando con quienes ya lo habitan, es entender el patrimonio desde lo humano.El patrimonio no es una postal: es un sistema de relaciones. Cuando intervenimos estos espacios con arte, diseño y cultura, generamos nuevas dinámicas —aparecen restaurantes, cafeterías, exposiciones— y se activa la economía local. Más gente vuelve al Centro, lo recorre, lo valora.Este tipo de proyectos funcionan como impulsores. Reviven los espacios desde lo contemporáneo sin borrar lo que ya existía.El Centro Histórico de Lima es uno de los más valiosos de Latinoamérica. Si aprendemos a habitarlo, a corresponderle, a respetarlo, volverá a latir. No solo por su historia, sino por las nuevas dinámicas sociales que pueden surgir en él.Encuentra a Renato Vasquez en sus redes sociales:
@renatovasquez y @rerrer en instagram


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Conversamos con Ursula Mur, ganadora del Concurso Nacional de Pintura del Banco Central 2025 sobre su obra "Puerto Linda".Lee la entrevista completa aquí.

Entrevista: Karla Renjifo¿Qué representa tu obra "¿Puerto Linda”, ganadora del Concurso Nacional de Pintura del BCRP 2025?

La obra representa un día en la vida de los pobladores el pueblo Awajún Puerto Linda, ubicado en la Amazonía peruana, mostrando cómo conviven, se adaptan a las problemáticas y mantienen el sentido de comunidad a pesar de las dificultades. La pintura reflexiona sobre realidades que coexisten en esta comunidad y que persisten e incluso se agravan a través de los años —la contaminación, el abandono estatal y la fragilidad del entorno amazónico—,Está realizada con acrílicos y pasteles sobre una superficie de polipropileno reciclado, un material que me recuerda a las bolsas de mercado usadas en toda Latinoamérica. Elegí este soporte por su carga simbólica. No es una pintura realista, sino una interpretación expresiva que busca acercarse a este tema desde el respeto y la reflexión. Retratar la cotidianidad de Puerto Linda, con sus matices y afectos, también fue una manera de hablar desde el cariño y reconocer, aquello que estamos destruyendo.

¿Cuál fue tu inspiración para crear esta pieza?

“Puerto Linda” está inspirada en la investigación que me compartió mi amigo, el antropólogo Rodolfo Cocchella, quien realizó trabajo de campo en el pueblo Awajún Puerto Linda -ubicado en la Amazonía peruana- en 2018, para WCS Perú (peru.wcs.org), tras varios derrames de petróleo en la zona. A partir de lo que él compartió conmigo —sus relatos, fotografías y observaciones sobre la comunidad—, este lugar se convirtió en mi vínculo más cercano con una realidad que, aunque local, representa una problemática mucho más amplia. Puerto Linda no es un caso aislado. Situaciones similares se repiten en distintas zonas de la Amazonía peruana, donde la contaminación, la tala indiscriminada de los árboles y la falta de respuesta estatal continúan afectando profundamente a las comunidades indígenas y al ecosistema en general.La obra, que no busca ser una representación realista, transforma esa información y ese archivo en un lenguaje pictórico más libre y emocional. Mi intención siempre parte del respeto y del cariño. Creo que la situación en la Amazonía se vuelve cada día más incierta, y reconocer su urgencia y generar reflexión a través del arte puede ser una forma importante de abrir espacios de diálogo y visibilización. La violencia ambiental y social en la Amazonía crece constantemente, y las comunidades que habitan estos territorios viven sus consecuencias de manera directa. No podemos seguir pasando por alto lo que viene ocurriendo desde hace tanto tiempo.

¿Cómo llegaste a la pintura como medio de expresión y cómo expandiste tu práctica para llegar a ser artista multidisciplinaria?

Llegué a la pintura desde muy chica. Siempre me interesó todo lo creativo, aunque al comienzo quería hacer música. Pero creo que era muy tímida para eso y la pintura me ofrecía algo que me encantaba: poder expresarme sin estar en el centro, observar desde un costado. Me gustaba ese proceso solitario, pasar horas trabajando en silencio. Con el tiempo me di cuenta de que era mi medio, porque a pesar de los tropiezos y las dudas siempre volvía a pintar. El arte me dio una razón para levantarme cada día, para sanar, para entenderme y también para mirar el mundo con otros ojos. Mudarme a Nueva York fue un punto de quiebre. Ahí profundicé en la pintura y el grabado, y empecé a desarrollar una práctica más constante y disciplinada. Trabajé y compartí con artistas de diferentes lugares y edades, y eso fue fundamental. Aprendí muchísimo de ellos: de sus procesos, de sus preguntas, de sus formas de ver el arte y la vida. Me enseñaron que en el arte nadie lo sabe todo, que el aprendizaje real viene de escuchar, observar y mantenerse humilde. Con los años mi práctica se fue expandiendo de manera natural. Más adelante llegó la cerámica, la instalación y otros medios que me permitieron explorar nuevas formas de decir lo que pienso y siento. Todavía creo que tengo mucho por aprender, pero hoy tengo más claro quién soy, qué quiero comunicar y desde dónde lo hago: con honestidad, gratitud y la voluntad de seguir creciendo junto a otros.

¿Cómo fue y cuánto duró el proceso de creación de esta pieza?

El proceso de esta pintura comenzó como parte de un proyecto que estuve desarrollando el último año en distintas residencias artísticas. Quería trabajar a partir de la historia de la comunidad de Puerto Linda que conocí por amigo Rodolfo Cocchella. Además del informe y a través de muchas conversaciones, Rodolfo me contó sobre la comunidad, las costumbres, las creencias, cómo cambian las dinámicas entre las lluvias y las épocas secas, las actividades de pesca, y otros aspectos de la vida cotidiana que él pudo observar muy de cerca durante su investigación. Con toda esa información empecé a desarrollar la pintura durante una residencia artística en Portugal. Al inicio era una composición sencilla; usé spray de graffiti, luego incorporé acrílicos y pasteles. La pieza fue creciendo poco a poco, sumando personajes, colores y detalles. Después la llevé a Nueva York, donde llegó un poco dañada y tuve que restaurarla y seguir trabajando sobre ella. Finalmente, la traje a Lima, la volví a estirar y a pintar, ajustando tonos, especialmente en los rostros y en los verdes del paisaje. Fue un proceso largo, que acompañó mis propios desplazamientos durante varios meses. El hecho de moverla de un lugar a otro me permitió verla con nuevos ojos cada vez y entender que todavía necesitaba seguir transformándose.

¿Qué le recomendarías a los jóvenes que se quieren iniciar en el mundo del arte?

Estudiar arte es algo muy bonito, pero también requiere mucha disciplina. Creo que es importante aprovechar los primeros años para aprender todo lo posible, explorar técnicas, experimentar y practicar mucho. La práctica te permite descubrir materiales, procesos y desarrollar curiosidad sobre cómo usarlos. En mi caso, tardé varios años, pero finalmente estudié pintura clásica, dibujo y escultura académica. Eso cambió muchísimo mi trabajo y me ayudó a crecer como artista. Por eso recomiendo tener siempre esa disposición para aprender y valorar a las personas que te enseñan; esas herramientas técnicas y teóricas son muy valiosas. Sin ellas, probablemente me hubiera tomado más tiempo sentirme segura con mi trabajo. En mi caso también fue importante haber empezado de forma más intuitiva, informal o autodidacta, ya que me ayudó a desarrollar mi propio lenguaje artístico. La academia te da herramientas, pero es esencial no perder de vista lo que realmente quieres expresar haciendo uso de ellas. Hay que estar dispuesta a experimentar, construir y destruir en el proceso. Otra cosa que me parece fundamental es reflexionar sobre tu trabajo y buscar espacios de diálogo con otros artistas. Las críticas constructivas ayudan a crecer, pero no hay que dejarse afectar por los malos comentarios. El arte es subjetivo: no le va a gustar a todos y eso está bien. Lo importante es mantenerte honesta con tu trabajo, porque eso al final es lo más gratificante. Hacer arte no es fácil —ni económica, ni emocional, ni mentalmente—, pero creo que hay espacio para todos. Crear comunidad entre artistas, apoyarse y compartir procesos es algo muy valioso, especialmente porque el camino del arte puede ser solitario a veces. Encontrar esos espacios para compartir hace toda la diferencia.Encuentra a Ursula Mur en sus redes sociales: @ursula_mur en instagram y en www.ursulamur.com